Por MATT SEDENSKY
NUEVA YORK (AP) — Al mismo tiempo que intentan reemplazar su seguro médico y encontrar un nuevo empleo, algunos trabajadores federales despedidos enfrentan otra cosa desagradable e inesperada: familiares que celebran sus despidos.
La amarga política tribal del país se extiende a través de cadenas de mensajes de texto, publicaciones en redes sociales y conversaciones acaloradas, mientras los estadounidenses absorben la realidad de las medidas de reducción de costos ordenadas por el presidente Donald Trump y llevadas a cabo por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), dirigido por el multimillonario Elon Musk.
Algunos trabajadores despedidos, que esperaban compasión, se han encontrado con familiares y amigos que, en cambio, son firmes en su apoyo a lo que consideran un despilfarro gubernamental inflado.
“El gobierno me ha tratado como un enemigo público y ahora eso afecta a mi propia familia”, indicó Luke Tobin, de 24 años, quien fue despedido el mes pasado de su trabajo como técnico con el Servicio Forestal de Estados Unidos en el Bosque Nacional Nez Perce, de Idaho.
El perder su trabajo hizo que Tobin se apresurara a comprar medicamentos antes de perder su seguro médico y a llenar docenas de solicitudes para encontrar cualquier empleo que pueda, incluso si es en un restaurante de comida rápida. Pero la reacción que tuvieron algunos de sus familiares ante su despido, como lo “que tiene que pasar para devolver la grandeza al gobierno”, ha sido una de las peores partes de todo su calvario.
“No pueden separar su ideología y su política del apoyo a su propia familia y a sus seres queridos”, lamentó Tobin. Kristin Jenn recibió una respuesta similar de los miembros de su familia después de enterarse de que el trabajo de guardabosques del Servicio de Parques Nacionales que debía comenzar había sido suspendido por la congelación de contrataciones del DOGE. Ella cree que es probable que el trabajo sea eliminado por completo.
Al tiempo que expresaba su decepción por la posibilidad de perder el trabajo de sus sueños, algunos miembros de su familia, en su mayoría conservadores, la eliminaron de su grupo de amigos en redes sociales. Otros han dejado de hablarle. Casi todos están a favor de tales recortes, incluso si ella es víctima de ellos.
“Mi vida se está desintegrando porque no puedo trabajar en el campo que elegí”, manifestó Jenn, de 47 años, de Austin, Texas. “Si a eso se le suma la falta de apoyo de la familia es un golpe muy duro”.
El conflicto se ha extendido a la madre de Jenn, exempleada federal. Cuando ha criticado las medidas del gobierno, su madre simplemente responde que apoya al presidente.
“De alguna manera la convencieron de que los funcionarios públicos son parásitos e improductivos a pesar de que ella era una funcionaria pública”, agregó Jenn.
Los recortes de empleos federales son obra del DOGE, que ha recorrido agencias en busca de presuntos despilfarros. No se ha publicado un recuento oficial de despidos, pero la lista se extiende a miles y a casi todas las partes del país.
Se esperan más despidos a medida que el DOGE continúe con su trabajo.
Eric Anderson, de 48 años, de Chicago, todavía absorbía el impacto de haber sido despedido de su trabajo en el Servicio de Parques Nacionales como técnico en Ciencias Biológicas cuando se encontró con la publicación en redes sociales de su tía en que celebraba los recortes del DOGE. En esencia, dijo Anderson, escribió: “Hombre, es realmente genial ver que todo este desperdicio es eliminado”.
Se enoja tan solo de pensar en eso.
“¿Crees que soy un desperdicio?”, dice con la voz alzada al recordar la publicación. “Hay mucha gente que está sufriendo ahora mismo y que no es un desperdicio”.
Erica Stubbs, quien trabajaba como técnica forestal en el Servicio Forestal de Estados Unidos en Boulder, Colorado, evita las redes sociales tras ver el odio hacia los trabajadores federales.
Aunque la mayoría de las personas en su vida la han apoyado desde que la despidieron, algunas han hecho comentarios de pasada sobre la necesidad de eliminar puestos de trabajo como el suyo.
“Lo que me dicen es que se trata simplemente de eliminar el desperdicio, el gasto excesivo —que tu trabajo no es tan importante”, dice Stubbs, de 27 años. “No digo que sea el trabajo más importante del mundo, pero es mi trabajo. Es importante para mí”.
Las redes sociales están repletas de publicaciones que celebran los despidos y animan al DOGE: “¡Despidan a más!”. En un país ferozmente dividido, muchos ven los recortes a través de su propio punto de vista político.
Y resulta que la devastación de un hombre puede ser el deleite de otro.
Riley Rackliffe, quien trabajaba como ecologista acuático en el Área Recreativa Nacional del Lago Mead, en Nevada, se sintió alentado por el hecho de que su despido llevó a muchos amigos y familiares a acercarse a él, y ofrecieron circular su currículum, llamar a su congresista o incluso ayudarlo con su hipoteca.
No obstante, mezclado con eso no ha faltado la crítica feroz y venenosa.
Cuando su despido apareció en las noticias locales, una publicación en Facebook de la historia provocó una tormenta de comentarios que se mofaban de él y defendían los despidos. Una persona llamó a Riley, quien tiene 36 años y un doctorado, un “limpia piscinas glorificado” cuyo trabajo casi cualquiera podría hacer.
Incluso algunos de los amigos de Rackliffe combinaron sus expresiones de consuelo hacia él con su apoyo a la eliminación de puestos de trabajo que, aseguran, eran una carga innecesaria para el gobierno.
“Oye, lamento que hayas perdido tu trabajo, pero creo que realmente necesitamos eliminar parte de este despilfarro en el gobierno”, le escribió un amigo a Rackliffe en un mensaje de texto, y agregó que apoyaba los objetivos del DOGE. “Básicamente dijo: ‘Tenemos que hacer esto. Tenemos que arrancar la curita’”.
Lo que duele más, agrega Rackliffe, es la afirmación de que personas como él eran flojas e inútiles, que cobraban grandes sueldos por un trabajo sin sentido.
“Es realmente doloroso que el presidente insinúe que no existes o que tu trabajo consistía en sentarte en casa sin hacer nada y cobrar el sueldo”, dice. “Me gustaría verlo escarbar entre najas marinas espinosas en un clima de 49 grados Celsius (120 grados Farenheit) en busca de caracoles parásitos. Él es quien juega golf pagado con dinero del gobierno. Yo ni siquiera sé jugar golf”.
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Matt Sedensky puede ser contactado en msedensky@ap.org y leído en https://x.com/sedensky.