Por FRANKLIN BRICEÑO
CHICLAYO, Perú (AP) — Frente a la puerta de un albergue para migrantes, a 900 metros del Pacífico peruano, la venezolana Betania Rodríguez mira las fotos que guarda en su tableta cuando en 2019 se retrató junto a Robert Prevost quien entonces era obispo de la pequeña ciudad de Chiclayo y luego se convertiría en León XIV.
El papa es recordado con aprecio por los locales en Chiclayo, en el norte costero peruano, pero también por los migrantes venezolanos que abandonaron su país desde 2017 en medio del colapso económico y encontraron cama y alimentos en un albergue gestionado por Prevost y la orden de San Vicente de Paúl.
“Estamos eternamente agradecidas por el apoyo que nos brindó, desde obtener un carnet de extranjería, hasta una vivienda donde tener un techo seguro para nuestros hijos”, dijo Rodríguez, de 43, con la voz quebrada. Ella migró con su esposo y dos hijos desde la ciudad venezolana de Barquisimeto en 2019.
A su modo, Prevost impulsó la protección de los migrantes, que fue una de las principales prioridades de su antecesor Francisco.
Perú recibió desde 2017 una oleada de venezolanos que suman alrededor de 1,5 millones y se han distribuido por todo el territorio de este país sudamericano, incluyendo Chiclayo.
Cuando en 2019 inauguró el albergue para migrantes que tiene una estatua solitaria de una virgen María casi a su entrada, Prevost dijo que el lugar de paredes de madera y techo de zinc era un proyecto “muy importante porque ofrece un lugar donde personas con gran necesidad pueden ser acogidas… para sentir nuevamente la esperanza”. Añadió que ayudar permitía “vivir el espíritu del evangelio”.
Caminando por el amplio terreno de arena del albergue, en el que viven una decena de familias de extrema necesidad, Rodríguez recordó que los migrantes no tenían donde alojarse porque no contaban con trabajo. Las dificultades aumentaron cuando en 2020 el gobierno de Perú ordenó un encierro de más de 100 días para frenar los contagios de la pandemia del coronavirus que mataron a más de 217.000.
El padre Jorge Millán, quien fue párroco de la catedral de Chiclayo hasta 2023 cuando Prevost viajó a Roma para asumir la presidencia de la Comisión Pontificia para América Latina, comentó que León XIV tenía horarios intensos que incluían la ayuda a los pobladores peruanos de las aldeas cercanas, pero también por los migrantes venezolanos que quedaron en absoluta vulnerabilidad, sin trabajo, dinero ni redes familiares que les brinden apoyo. “Fue un momento muy difícil”, dijo Millán.
Desde los recuerdos de Rodríguez, Prevost siguió ayudando, entregando en ocasiones pollos vivos que conseguía de donaciones y después, cuando el gobierno de Perú volvió a permitir las misas presenciales, el entonces obispo mencionaba que Jesucristo también fue un migrante porque en su niñez huyó a Egipto para escapar de la persecusión de un rey que quería matar a los menores de dos años.
En una ocasión, en una misa en la parroquia San Juan María Vianney de Chiclayo “el mismo obispo dijo que él mismo era un migrante y que los migrantes deben ser tratados con respeto y con solidaridad”, recordó Rodríguez. ”Eso confirmó mi confianza en él”.