Migrantes indígenas del norte de Colombia enfrentan sequías e inundaciones cada vez peores

MAICAO, Colombia (AP) — De pie, junto a su vivienda improvisada hecha con chatarra, madera y lona de plástico, Nelly Mengual, de 47 años, relata cómo las severas inundaciones y los vientos arrancaron su techo hace unos meses, dejándola en su casa con el agua hasta las rodillas.

Vive en un asentamiento informal en las afueras de Riohacha, en la árida y ventosa región del norte de Colombia, donde residen miles de wayuu, nativos de la región de La Guajira, que abarca Colombia y Venezuela.

Aunque muchos residentes nacieron en Colombia, los wayuu que huyeron de Venezuela son quienes enfrentan las mayores dificultades. Tras escapar de lo que muchas personas describen como una crisis económica, ahora viven en estos asentamientos sin acceso a agua potable —y para muchos, sin electricidad. Los wayuu, cuyas tierras tradicionales abarcan Colombia y Venezuela, ven la frontera como una construcción política y no como una división cultural, ya que sus relaciones y redes trascienden las líneas nacionales.

“Inundado completamente todo este rancho completo. Los objetos de nuestra parte, lo poquito que teníamos. Todo se nos perdió en medio del agua”, dijo Mengual, quien gana algo de dinero reciclando material de desecho en Maicao.

Los wayuu, el grupo indígena más grande de Colombia, enfrentan la doble amenaza de las sequías e inundaciones provocadas por el cambio climático. Los científicos advierten que los períodos de sequía más graves y prolongados, intercalados con periodos de lluvias torrenciales, son cada vez más comunes conforme el mundo se calienta. Además de dañar los hogares de las personas, también agotan las fuentes de agua, destruyen cultivos y aumentan los riesgos para la salud por enfermedades transmitidas por el agua. Muchas familias wayuu se ven obligadas a migrar en busca de recursos esenciales, lo que ejerce aún más presión sobre las áreas urbanas ya sobrepobladas.

Las graves inundaciones ponen en riesgo el modo de vida de los wayuu

Ingrid González, líder comunitaria wayuu de Maracaibo que ha vivido durante seis años en el asentamiento Villa del Sol cerca de Riohacha, dice que las viviendas wayuu más tradicionales, hechas con palos y cubiertas de barro, son muy susceptibles a la temporada de lluvias.

“Cuando llueve… hay muchas, muchas casas que se inundan, se llenan de agua”, dijo Gonzalez, de 29 años. “Por aquí pasa un río fuerte de agua y entonces las casas de barro se caen”.

“Hay personas que lo frisa y no se le cae la casa, pero sí se afecta mucho. Incluso a mí se me volaron varias láminas”, dijo González en español, aunque, al igual que otros de los entrevistados, se siente más cómoda hablando en su lengua materna, el wayuunaiki.

Samuel Lanao, director de Corpoguajira, la autoridad ambiental de La Guajira, dijo que, en 2024, las inundaciones invernales extremas causaron graves pérdidas de viviendas, cultivos y animales domésticos en comunidades indígenas, particularmente entre las que provienen de Venezuela. “Por efectos del cambio climático han aumentado las enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue y el zika. El dengue ha golpeado últimamente mucho, mucho a las comunidades, especialmente a las comunidades indígenas”, afirmó.

Lanao dijo que Corpoguajira ha creado un Plan de Cambio Climático para reducir las emisiones y aumentar la resiliencia de la comunidad y los ecosistemas.

El cambio en los patrones climáticos es innegable para Camilo Martínez, gerente de base del Consejo Danés para los Refugiados en La Guajira, que tiene una fuerte presencia en la región. Con 14 años de experiencia en el área, ha sido testigo ocular de estos cambios.

“Como hace años que llegué aquí, había neblina y en ciertas horas de la madrugada se sentía frío. Hoy en día eso se ha dejado de sentir. Así como en los picos donde se ve nieve en las montañas cercanas… ya no se ve tanto”, dijo Martínez a The Associated Press en la comunidad indígena Uyatpana, en las afueras de Maicao.

Martínez dice que los meses en que comienza la temporada de lluvias han cambiado, pero también la intensidad de la lluvia cuando finalmente llega.

La evidencia científica del cambio climático en La Guajira, respaldada por datos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (IDEAM) y distintos estudios, incluye el aumento de las temperaturas, sequías prolongadas como la crisis de 2012 a 2016, patrones de lluvia irregulares y un aumento de la desertificación.

El calor y la sequía ponen a prueba los asentamientos informales

El calor del año pasado fue el más intenso que González, la líder comunitaria, puede recordar.

“Hay casas donde se concentra mucho calor y afecta mucho a aquellas personas que son hipertensas, que no pueden o se sienten cansadas, coloradas”, dijo. El calor es tan fuerte que incluso afecta a los animales. “Aquellos vecinos que tienen gallinas, se han muerto las gallinitas por el calor que está haciendo fuertemente, ellas se sienten sofocadas”.

Una parte importante de la población wayuu mantiene estilos de vida tradicionales y seminómadas, reside en rancherías —cabañas de techo de palma hechas de cactus secos y barro— y pastorea ganado y cabras.

En muchos asentamientos informales, los residentes carecen de acceso a agua potable o servicios de saneamiento. Los vendedores transportan agua no tratada en barriles, utilizando mulas para distribuirla entre los hogares a cambio de una tarifa. Si bien muchas personas dependen de la recolección de agua de lluvia, la creciente imprevisibilidad de las precipitaciones ha hecho que esta fuente de agua sea menos confiable.

“Se han visto obligados en buena parte a tener que comprar agua de fuentes no tan limpias, por medios como lo son carritos de transporte o los famosos burritos que tienen que hacer recorridos largos desde algunas fuentes de agua para hacerlo llegar a las familias”, dijo Martínez. Esta agua no es potable; “solo se puede usar para lavar, cocinar tal vez. Pero la gente se ve obligada también a tomar ese tipo de agua. Entonces es como una de las afectaciones más grandes que han dejado las sequías y la falta de lluvias en estas temporadas”.

Muchas organizaciones no gubernamentales afirman que intervienen para apoyar estas áreas en La Guajira, donde la asistencia estatal es mínima o completamente inexistente. El ministerio de medio ambiente de Colombia no respondió a las solicitudes de comentarios de la AP.

El líder wayuu Aníbal Mercado dijo a la AP que la población migrante wayuu sufre más debido al cambio climático.

“Los encuentra uno recogiendo basura, los encuentra uno reciclando, que eso nunca se había visto”. Afirma que eso es producto del abandono del gobierno. “El Estado ha venido provocando políticas neoliberales que van en contra del ejercicio de sus derechos tradicionales, con los cuales el wayuu se proveía a su propia economía. Su propia alimentación”, afirmó.

Muchos trabajan para reconstruir una y otra vez

En el barrio Uyatpana, Laura Pushaina, de 28 años, se sienta en un taburete para tejer un chinchorro, una hamaca tradicional wayuu que se utiliza para dormir. Con cinco hijos de entre uno y 10 años, dice que le tomará cuatro días completar el intrincado trabajo.

Pushaina es una de los miles de wayuu que cruzan a Colombia y establecen asentamientos. Debido a las cambiantes condiciones políticas y económicas en la región, muchos han dejado sus hogares en Venezuela.

Muchas personas, como Pushaina, dijeron a la AP que esperan volver a sus rancherías del lado venezolano de la frontera, pero creen que la situación política y económica sigue siendo demasiado inestable para hacerlo. Algunas también dijeron que reubicarse en un lugar distinto a los asentamientos informales ayudaría, ya que la tierra no es adecuada para vivir sin agua potable o una infraestructura de saneamiento adecuada.

Hace solo unos meses, la casa de Pushaina fue destruida por las inundaciones.

“En época de lluvia sí he vivido peores momentos”, dijo. “De aquel lado se me venía así como un río”.

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