Por YURAS KARMANAU
TALLIN, Estonia (AP) — La periodista Ksenia Lutskina cumplió solo la mitad de su condena de ocho años de prisión en Bielorrusia tras ser condenada por conspiración para derrocar al gobierno. Fue indultada tras desmayarse repetidamente en su celda debido a un tumor cerebral que se le diagnosticó mientras estuvo detenida en espera de juicio.
“Literalmente me llevaron a la colonia penal en silla de ruedas, y me di cuenta de que el periodismo en Bielorrusia realmente se ha convertido en una profesión que pone en peligro la vida”, dijo a The Associated Press en Vilna, Lituania, donde reside.
Lutskina fue una de las decenas de periodistas encarcelados en Bielorrusia, donde muchos enfrentan golpizas, atención médica deficiente y la imposibilidad de contactar a abogados o familiares, según activistas y exreclusos. Comparó las prisiones con las de la era soviética.
El grupo Reporteros Sin Fronteras afirma que Bielorrusia es el estado que más periodistas encarcela en Europa. Al menos 40 cumplen largas condenas de prisión, según la Asociación de Periodistas de Bielorrusia (BAJ, por sus siglas en inglés).
Lutskina había renunciado a su trabajo de documentalista para la emisora estatal de Bielorrusia en 2020 cuando surgieron protestas masivas después de unas elecciones —ampliamente denunciadas como fraudulentas— que mantuvieron en el poder al presidente autoritario Alexander Lukashenko. Al intentar establecer un canal de televisión alternativo para verificar la información de los funcionarios del gobierno, fue arrestada ese año, llevada a juicio y posteriormente condenada.
Otros periodistas huyeron del país, de 9,5 millones de habitantes, y operan desde el extranjero. Pero muchos han tenido que restringir su trabajo después de que el gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, suspendiera la ayuda extranjera, una fuente vital de financiamiento para muchos medios independientes.
“Los periodistas se ven obligados a enfrentar no solo la represión dentro del país, sino también la repentina retirada de la ayuda de Estados Unidos, lo que pone a muchas redacciones al borde de la desaparición”, comentó a la AP el presidente de la BAJ, Andrei Bastunets.
La represión de 2020
La brutal represión de Lukashenko tras las disputadas elecciones produjo más de 65.000 arrestos entre 2020 y 2025. Miles de personas dijeron haber sido golpeadas por la policía, varias figuras de la oposición fueron encarceladas o forzadas al exilio, y cientos de miles huyeron al extranjero por miedo.
Más de 1.200 personas tras las rejas en Bielorrusia son reconocidas como prisioneros políticos por Viasna, el principal grupo de derechos del país. Su fundador, el laureado con el Premio Nobel de la Paz Ales Bialiatski, es uno de ellos.
Los periodistas independientes también han sido afectados, y varios medios han cerrado o han sido prohibidos. Lukashenko, que tiene más de tres décadas en el poder, suele calificarlos como “enemigos de nuestro estado” y promete que aquellos que huyeron no podrán regresar.
“Las redadas, arrestos y abusos contra periodistas han sido incesantes durante cinco años, pero ahora han llegado al punto de lo absurdo”, señaló Bastunets, y destacó que las familias de los periodistas reciben amenazas. Las familias de algunos periodistas afectados han pedido a los grupos de derechos que no hablen públicamente sobre sus casos por temor a más represalias.
Cada mes trae consigo nuevos arrestos y registros, y casi todos los medios independientes han salido de Bielorrusia. La represión afecta incluso a aquellos que cambian su enfoque a un contenido no político.
En diciembre, las autoridades arrestaron a todo el personal editorial de la popular publicación regional Intex-press, que cubre noticias locales en la ciudad de Baranavichy. Siete periodistas fueron acusados de “asistir a actividades extremistas”.
El extremismo es el cargo más comúnmente utilizado para detener, multar y encarcelar a ciudadanos críticos. Incluso leer medios independientes que han sido declarados extremistas puede hacer que una persona sea arrestada. Trabajar con, o suscribirse a medios prohibidos se considera “ayudar al extremismo”, lo que puede castigarse con hasta siete años de prisión. Los sitios web de dichos medios están bloqueados.
Según Reporteros Sin Fronteras, 397 periodistas bielorrusos han sido víctimas de lo que el grupo considera arrestos injustos desde 2020, y algunos de ellos han sido detenidos más de una vez.
Al menos 600 se mudaron al extranjero, dijo el grupo. Aun así, muchos de ellos aún enfrentan la presión de las autoridades, que pueden abrir casos contra ellos en ausencia, ponerlos en listas de prófugos internacionales, confiscar sus propiedades en Bielorrusia y atacar a sus familiares en redadas.
En enero, Reporteros Sin Fronteras presentó una demanda ante la Corte Penal Internacional, acusando a las autoridades bielorrusas de “crímenes contra la humanidad”, citando torturas, golpizas, encarcelamiento, persecución y desplazamiento forzado de periodistas.
Golpizas y aislamiento tras las rejas
Katsiaryna Bakhvalava, periodista de Belsat, un canal de televisión independiente polaco-bielorruso, fue arrestada mientras cubría las protestas de 2020. Fue condenada inicialmente por alterar el orden público y sentenciada a dos años de prisión; posteriormente fue llevada a juicio por traición mientras estaba en una colonia penal cumpliendo su condena, pero su sentencia fue ampliada a ocho años y tres meses.
Su esposo, el analista político Ihar Iliyash, fue arrestado en octubre de 2024 acusado de “desacreditar a Bielorrusia” y está encarcelado en espera de juicio.
Ahora con 31 años, Bakhvalava ha sido colocada varias veces en una celda de “aislamiento punitivo”, y en 2022 fue golpeada, según un exrecluso.
Palina Sharenda-Panasiuk, una ex prisionera política que huyó a Lituania, dijo a los periodistas que escuchó que cuatro guardias de prisión habían golpeado a Bakhvalava, quien lloraba y pedía un médico.
Andrzej Poczobut, corresponsal del influyente periódico polaco Gazeta Wyborcza y figura prominente en la Unión de Polacos en Bielorrusia, fue condenado por “dañar la seguridad nacional de Bielorrusia” y sentenciado a ocho años, que cumple actualmente en la colonia penal de Novopolotsk.
Poczobut, de 52 años, sufre de una grave afección cardíaca y fue colocado en confinamiento solitario varias veces, en ocasiones, por períodos de hasta seis meses, dijeron activistas de derechos humanos.
A finales de marzo, su estancia en una unidad de celda punitiva —la forma más dura de encarcelamiento— se extendió por seis meses. Los intentos de Varsovia de intervenir han fracasado y Poczobut se ha negado a pedir un indulto a Lukashenko.
También está encarcelada Maryna Zolatava, editora de Tut.By, que alguna vez fue el medio de noticias en línea más popular de Bielorrusia, pero fue cerrado por las autoridades en 2021. Zolatava fue condenada en 2023 por incitación y distribución de materiales que instan a acciones destinadas a dañar la seguridad nacional, y sentenciada a 12 años.
Paralelismos con “1984”
Lukashenko extendió su mandato por séptima vez en unas elecciones realizadas en enero y calificadas de farsa por la oposición. Desde julio, ha indultado a más de 250 personas, buscando mejorar las relaciones con Occidente.
El analista bielorruso Valery Karbalevich dijo que Lukashenko “ve a los prisioneros políticos como una mercancía. Está dispuesto a vender cínicamente a periodistas y activistas a Europa y Estados Unidos a cambio de aliviar las sanciones económicas y mejorar las relaciones. Y este proceso ya ha comenzado”.
Poco después de que Trump comenzara su segundo mandato, Lukashenko liberó a dos ciudadanos estadounidenses y a un periodista del servicio bielorruso de Radio Free Europe/Radio Liberty, un medio de noticias financiado por el gobierno de Estados Unidos. Otros dos periodistas de RFE/RL, Ihar Losik e Ihar Karnei, permanecen encarcelados y fueron obligados a grabar videos de arrepentimiento.
El periodista liberado Andrey Kuznechyk, que pasó tres años en prisión, dejó Bielorrusia para radicar en Lituania.
“El primer día después de mi liberación, miré la lista de periodistas tras las rejas y me sorprendió cuánto había crecido durante mi encarcelamiento”, comentó a la AP.
Lutskina, la periodista que también huyó a Lituania, llevó a su hijo de 14 años con ella, diciendo que “debe aprender a distinguir la verdad de las mentiras”. Ambos han leído la novela distópica “1984″ de George Orwell, que fue prohibida en Bielorrusia, y están encontrando “sorprendentes paralelismos” con su tierra natal.
“Bielorrusia se ha convertido en un país gris bajo un cielo gris, donde la gente tiene miedo de todo y habla en susurros”, expresó.
Lutskina, quien recibe tratamiento por el tumor que le causaba desmayos, dijo que, en realidad, sentía menos miedo en prisión que sus compatriotas bielorrusos fuera de ella.
Caminan con la cabeza baja, dijo, “temerosos de levantar la vista y ver la pesadilla que ocurre a su alrededor”.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.