Por HUIZHONG WU
BANGKOK (AP) — Salieron del complejo en Myanmar sin saber a dónde irían. Aunque se dirigían hacia el río que los separaba de Tailandia y la libertad, no sabían si lograrían cruzarlo.
Más de 270 hombres y mujeres, que fueron rescatados hace dos meses de trabajos forzados para redes de estafas pero que permanecen detenidos en Myanmar, intentaron una fuga masiva el domingo por temor a que pudieran ser enviados de regreso a complejos similares a prisiones donde enfrentaban golpizas, torturas y potencialmente incluso la muerte.
“Nos mataremos antes de volver con ellos”, dijo una mujer, que lleva dos meses esperando regresar a casa en Etiopía. Llegó a Myanmar para lo que pensaba que era un trabajo en atención al cliente hace más de un año, solo para darse cuenta de que había sido víctima de tráfico. Fue obligada a trabajar en estafas en línea dirigidas a personas de todo el mundo.
Ante la presión de China, los gobiernos de Tailandia y Myanmar lanzaron una gran operación en febrero en la que liberaron a miles de personas traficadas de complejos de estafas, trabajando con los grupos armados étnicos que gobiernan las áreas fronterizas de Myanmar.
Unos 7.200 personas, en su mayoría de China, han regresado a casa, según el Ministerio tailandés de Exteriores, pero alrededor de 1.700 siguen atrapados en Myanmar, muchos detenidos en complejos cerrados no muy diferentes de aquellos de los que fueron liberados.
Eso incluye a este grupo de 270, la mayoría de Etiopía y otros países africanos, que intentaron escapar después de una reunión en la que los guardias sugirieron que podrían ser devueltos a los complejos de estafas. Su intento de fuga ponía sobre la mesa la situación humanitaria que ha abierto una de las mayores liberaciones de trabajadores forzosos en la historia moderna.
Varios miembros del grupo describieron el intento de fuga a The Associated Press por teléfono. Todos pidieron no ser identificados por temor a represalias de los grupos armados que los retienen.
“La demora en la asistencia ha causado un sufrimiento físico y psicológico severo”, dijo en un comunicado Jay Kritiya, coordinador de la Red de Sociedad Civil para la Asistencia a Víctimas de la Trata de Personas, una alianza de grupos que ayuda a personas que habían sido traficadas a complejos de estafas.
Trabajar en los complejos de estafas supone pasar un mínimo de 12 a 16 horas al día frente a computadoras donde se veían obligados a contactar objetivos de todo el mundo a través de internet y manipularlos para que entregasen dinero. Los sobrevivientes dijeron que si no cumplían con los objetivos, eran golpeados o castigados físicamente de otras maneras.
La mayoría de las 1.700 personas que permanecen en Myanmar están retenidas en campamentos del militares o complejos de estafas reutilizados controlados por la Fuerza de Guardia Fronteriza Kayin, una milicia étnica que gobierna esta parte de Myanmar.
Pero los más desesperados eran un grupo de 270 retenidos por una milicia étnica vecina llamada Ejército Budista Democrático Kayin, que gobierna un área al sur de la Fuerza de Guardia Fronteriza.
Las organizaciones sin fines de lucro con sede en la frontera han estado recaudando fondos para ayudar a que estos hombres y mujeres regresen a casa, pero a medida que la espera se prolongaba, sus embajadas les dijeron a algunos de ellos que no estaban en la lista oficial de Myanmar de personas que esperan repatriación. Eso podría impedir que sean enviados a casa incluso si tuvieran pasajes de avión.
En las últimas semanas, varias personas del grupo dijeron que vieron visitantes que parecían ser de los complejos venir a hablar con los soldados de la milicia DKBA.
Después de una de estas reuniones, los soldados de la DKBA se acercaron a las personas detenidas y les ofrecieron la oportunidad de regresar a los complejos. Les dijeron: “Quien quiera volver a trabajar, puede regresar fácilmente”, dijo un hombre. “No habrá castigo. Habrá un salario”.
Los hombres y mujeres se asustaron, y el domingo, decidieron hacer algo al respecto. Todos empacaron sus maletas y decidieron dirigirse a la salida del complejo. “Estamos cansados y queremos irnos”, dijo un hombre. “No hay comida adecuada. Estamos durmiendo en el suelo”.
Salieron caminando lentamente en un grupo disperso, llevando todas sus pertenencias personales con ellos. Aunque lograron salir del complejo, se encontraron con soldados armados en la calle, según tres personas que intentaron irse y videos de la confrontación vistos por la AP. Finalmente, uno de los soldados dijo que estaban abiertos a la discusión, y el grupo acordó regresar.
Kritiya, el activista, dijo que la DKBA había acordado enviar a los hombres y mujeres a Myawaddy, que está bajo el control de la Fuerza de Guardia Fronteriza Kayin, donde luego podrían ser llevados a Tailandia y después a sus países de origen. No fue posible contactar con la DKBA para obtener comentarios.
El Ministerio tailandés de Exteriores dijo el lunes que estaba al tanto del intento de fuga y que los nombres de los hombres y mujeres estaban siendo agregados a la lista oficial de repatriación. Amy Miller, directora para el sudeste asiático de Acts of Mercy International, dijo que su grupo, junto con una aerolínea y grupos asociados, había recaudado suficiente dinero para que el grupo de más de 270 personas regresara a casa.
Etiopía dijo que había repatriado a 130 ciudadanos de un grupo anterior y que nuevas rondas comenzarán en los próximos diez días, según el embajador Nebiat Getachew, portavoz del Ministerio de Exteriores de Etiopía.
Por ahora, los hombres y mujeres siguen esperando. “Es realmente, realmente difícil confiar”, dijo un hombre. “No estás 100% seguro de que vaya a ocurrir”.
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El periodista de AP Samuel Getachew contribuyó a este informe desde Adís Abeba, Etiopía.