Randy Burt cenó pizza de pepperoni y bebió vino tinto el 24 de septiembre de 1977. A la mañana siguiente, se puso su antiguo uniforme de gimnasia del instituto y se dirigió a la línea de salida del primer Maratón de Chicago.
“Conseguí pasar de las 10 millas sintiéndome bastante bien conmigo mismo, y entonces, hacia la milla 21, esa pizza de pepperoni empezó a saludarme”, recuerda Burt, que ahora tiene 76 años. “Tuve retortijones de estómago y vi la parte superior de mis zapatos porque estaba encorvado”.
Puede que fuera un error de novato, pero se enganchó. Ahora, 45 maratones de Chicago después, Burt se entrena para su 46ª carrera.
El residente de Antioch se unirá a los más de 50,000 corredores que se espera que recorran las 26,2 millas por la ciudad el domingo para el 46º maratón de la ciudad, ahora llamado Maratón Bank of America Chicago. (No hubo carrera durante la pandemia de COVID-19 en 2020).
La primera tanda de participantes empezará a las 7:30 a.m. Se repartirán unos 77,000 litros de agua y 36,000 litros de Gatorade para ayudar a los atletas a llegar a la meta.
Burt es uno de los otros dos corredores de la carrera de este año que pueden decir que han corrido todos los maratones de Chicago desde sus comienzos. George Mueller, de 76 años, del barrio de Streeterville, y Henry Kozlowski, de 74 años, de Wilmette, también estuvieron entre los 4.200 corredores de la carrera inaugural por las calles de Chicago en 1977.
“George Mueller, Randy Burt y Henry Kozlowski son unos brillantes ejemplos del espíritu del maratón, ya que han corrido todos los maratones de Chicago desde su creación”, dijo el director ejecutivo de la carrera, Carey Pinkowski, en una declaración al Tribune. “Su dedicación a la carrera es un testimonio del poder de fijarse objetivos y trabajar incansablemente para alcanzarlos”.
Mueller y Kozlowski dicen que también tuvieron experiencias desagradables y primerizas: Mueller sufrió un dolor punzante en la rodilla derecha, y Kozlowski corrió mucho más despacio de lo que esperaba.
A pesar de las adversidades (Burt había empezado a entrenar un mes antes, Mueller había cambiado los cigarrillos por las carreras de fondo y Kozlowski se dedicaba principalmente a jugar al fútbol), los tres nativos del área de Chicago estuvieron entre los 2,100 corredores que completaron el primer maratón de Chicago.
“Algunos corrían inclinados hacia delante, con la cabeza empujando hacia la línea de meta que estaba a tres kilómetros de distancia. Otros corrían con las piernas, la cabeza y el cuerpo echados hacia atrás”, informaba entonces el Tribune. “Algunos corredores parecían saltar. Otros parecían apenas levantar los pies. Algunos corrían con poco esfuerzo. Pero después de las dos primeras millas, la mayoría empezó a sudar”.
Y han aprendido mucho desde aquella primera carrera, adoptando algunas rutinas nuevas para hacer posible su impresionante racha.
Burt, por ejemplo, planea levantarse a las 2:30 a.m. para el maratón del próximo domingo. Ha cambiado la pizza y el vino de antes de la carrera por geles energéticos y un plátano. Después de la carrera, segará el césped para evitar que el ácido láctico se acumule en sus piernas.
A los hombres también les gusta mantener vivas las tradiciones.
Kozlowski ha llevado sus “famosos” pantalones cortos de gimnasia del instituto en todas las ediciones del Maratón de Chicago y no piensa cambiar su atuendo el próximo fin de semana.
A Mueller tampoco se le ve en el recorrido sin la camiseta de Livestrong que lleva desde el maratón de 2007 que corrió meses después de ser operado del pie. Y su cena previa a la carrera es siempre lasaña casera; no se fía de ningún restaurante justo antes del día de la carrera.
A medida que envejecen, el día de la carrera no se trata tanto de batir récords personales como de mantenerse activos y cruzar la línea de meta.
“Uno de mis objetivos a corto plazo es correr el 50º Maratón de Chicago”, afirma Burt. “Será mi maratón número 100 y tendré 80 años, así que se juntan un montón de números estupendos”.
Kozlowski y Mueller tampoco ven a la vista su último maratón.
“A medida que envejezco, la motivación no es convertirme en un teleadicto”, afirma Kozlowski. “Es básicamente una forma de librar mi batalla contra la cronología. Pretendo vivir para siempre o morir en el intento”.
Con la colaboración de Peter Breen, del Chicago Tribune.
— Traducción por José Luis Sánchez Pando/TCA