Por ZEKE MILLER, JON GAMBRELL y AAMER MADHANI
RIAD, Arabia Saudí (AP) — El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reunió el miércoles con su homólogo sirio, Ahmad al-Sharaa, en un cara a cara con el líder insurgente que pasó años encarcelado por las fuerzas estadounidenses tras ser capturado en Irak.
Trump acordó “saludar” a al-Sharaa antes de terminar su estancia en Arabia Saudí y poner rumbo a Qatar, donde será honrado con una visita de Estado. Su gira por Oriente Medio lo llevará también a Emiratos Árabes Unidos.
Al-Sharaa fue nombrado presidente de Siria en enero, un mes después de una sorprendente ofensiva de grupos insurgentes liderados por Hayat Tahrir al-Sham, o HTS, de al-Sharaa, que asaltaron Damasco y pusieron fin a los 54 años de gobierno de la familia Assad.
Trump dijo que accedió a reunirse con al-Sharaa después de haber sido alentado a hacerlo por parte del príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, y del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Además, prometió levantar las sanciones que pesan sobre Siria desde hace años.
“Hay un nuevo gobierno que, con suerte, logrará estabilizar el país y mantener la paz”, expresó Trump en un amplio discurso sobre política exterior el martes, en el que anunció que levantaría las sanciones vigentes desde 2011. “Eso es lo que queremos ver en Siria”.
Anteriormente conocido por el nombre de guerra Abu Mohammed al-Golani, al-Sharaa se unió a las filas de los insurgentes de Al Qaeda que luchaban contra las fuerzas estadounidenses en Irak después de la invasión liderada por Washington y sigue teniendo una orden de arresto pendiente por cargos de terrorismo en Irak. En su día, Estados Unidos ofreció 10 millones de dólares por información sobre su paradero debido a sus vínculos con Al Qaeda.
Al-Sharaa regresó a su Siria natal después del inicio de la guerra civil allí en 2011 y lideró la rama de Al Qaeda conocida antes como Frente Nusra. Más tarde cambió el nombre del grupo a Hayat Tahrir al-Sham y cortó lazos con Al Qaeda.
Las sanciones se remontan al gobierno de Bashar Assad, quien fue derrocado en diciembre, y buscaban infligir un gran daño a su economía.
Tanto el gobierno del expresidente Joe Biden como el de Trump mantuvieron las sanciones tras la caída de Assad mientras trataban de evaluar a al-Sharaa, quien ha renunciado a su antigua afiliación a Al Qaeda.
Después de su breve encuentro con al-Sharaa, Trump asistirá el miércoles a una reunión del Consejo de Cooperación del Golfo, formado por Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, antes de partir hacia Qatar, la segunda parada en su gira por la región.
Qatar, como los otros estados árabes del golfo Pérsico, es una nación autocrática donde los partidos políticos están prohibidos y la libertad de expresión está estrictamente controlada. Está dirigida por su emir, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, de 44 años, quien asumió el poder en junio de 2013 tras la renuncia de su padre.
Qatar empezó a exportar petróleo después de la Segunda Guerra Mundial, aunque no fue hasta 1997 cuando comenzó a exportar gas natural licuado al mundo.
Eso aportó una riqueza inimaginable —y nueva influencia— a esta pequeña nación que sobresale como un pulgar en el golfo Pérsico. Qatar fundó la cadena de noticias por satélite Al Jazeera, que aportó una perspectiva árabe a los medios de comunicación de masas que contribuyó a impulsar las protestas de la Primavera Árabe de 2011. La televisora también se hizo famosa por difundir las declaraciones del líder de Al Qaeda, Osama bin Laden.
Qatar también ha desempeñado un papel central en escándalos de sobornos en todo el mundo.
En Israel, las autoridades investigan acusaciones de que Qatar contrató a asesores cercanos al primer ministro, Benjamin Netanyahu, para lanzar campañas de relaciones públicas destinadas a mejorar la imagen del país entre los israelíes.
Dos legisladores de la Unión Europea fueron acusados de recibir dinero de Doha en un escándalo bautizado como “Qatar-gate”. En 2020, fiscales estadounidenses acusaron a Qatar de sobornar a miembros del comité ejecutivo de la FIFA para asegurar la celebración del Mundial del fútbol de 2022 en el país.
En 2024, RTX Corporation, el contratista de defensa antes conocido como Raytheon, acordó pagar más de 950 millones de dólares para resolver acusaciones de fraude al gobierno de Estados Unidos y pago de sobornos para lograr negocios con Qatar. Doha siempre ha negado haber cometido irregularidades y patrocina un premio anual contra la corrupción.
Qatar sigue una forma ultraconservadora del islam suní conocida como wahabismo, nacida en Arabia Saudí. Pero el país adoptó un enfoque diferente en la Primavera Árabe al apoyar a los islamistas, incluidos los Hermanos Musulmanes de Egipto y al expresidente del país Mohammed Morsi, así como a quienes se levantaron contra Assad.
Su respaldo a los islamistas provocó, en parte, que Bahréin, Egipto, Arabia Saudí y Emiratos boicotearan durante años al país. Las hostilidades se mantuvieron hasta 2021, cuando Biden se preparaba para entrar a la Casa Blanca.
Qatar también ha fungido como mediador clave, especialmente con Hamás, mientras la comunidad internacional busca un alto el fuego para la guerra entre Israel y el grupo insurgente en la Franja de Gaza. Además, fue el anfitrión de las negociaciones entre Washington y los talibanes que llevaron a la retirada de Estados Unidos de Afganistán en 2021.
La nación alberga también la Base Aérea Al-Udeid, una amplia instalación donde se ubica el cuartel general avanzado del Comando Central del ejército de Estados Unidos.
El adinerado país petrolero está en el centro de una polémica por su oferta de regalar a Trump un lujoso Boeing 747-8 que Estados Unidos podría usar como Air Force One mientras Boeing construye nuevas versiones del avión.
El gobierno qatarí apuntó que no se ha tomado una decisión final. Trump ha defendido que es una idea inteligente desde el punto de vista fiscal para Washington, aunque los críticos sostienen que equivaldría a que un presidente acepte un regalo asombrosamente caro de un gobierno extranjero.
Trump ha indicado que renovaría el avión y que, tras su salida de la Casa Blanca, se donaría a su biblioteca presidencial. Dice que no lo usaría una vez que abandone el cargo.
A primera hora del miércoles, el mandatario dijo en una publicación en redes sociales que el avión “es un regalo de una nación, Qatar, a la que hemos defendido con éxito durante muchos años”.
“¿Por qué debería nuestro ejército, y por lo tanto nuestros contribuyentes, verse obligados a pagar cientos de millones de dólares cuando pueden obtenerlo GRATIS de un país que quiere recompensarnos por un trabajo bien hecho?”, añadió Trump. “¡Este gran ahorro se destinará, en cambio, a HACER A ESTADOS UNIDOS GRANDE OTRA VEZ! Solo un TONTO no aceptaría este regalo en nombre de nuestro país”.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.